sábado, 27 de abril de 2013

Sobre una lucha sin fin

Amanecía calurosa la ciudad entre torres espejadas y un cielo sin luz cuando los primeros murmullos de jóvenes con sueños de revolución empezaban a surgir entre las casitas improvisadas que, aunque por un rato, fueron como su hogar. Hierve el agua para el mate, viene y va, arranca a pensar, “Che, Juan, ayudame a desarmar acá”. Hizo frío la noche anterior pero ya nadie usa campera, los pañuelos incomodan y las cosas empiezan a amontonarse para poder avanzar. Asoma el mediodía y una multitud se torna ineludible, se acerca. Con el sol que pega en la espalda y mil noches a cuestas, vienen a luchar. El cemento viste de rojo y se parece al infierno; casi en llamas, se alza entre nosotros flameando ideales de igualdad. “Pasa a contarme de la hazaña, la de su cara en el cartel, pues le envanece las entrañas no haber consentido al poder”. Una música implacable, casi de rito, te invita a cantar y a pesar de la inquietud no hizo falta un capitán porque, poco a poco, todo empezó a ponerse en su lugar. Mira al cielo y no ve las estrellas aunque sabe que siempre están; bajo sus pies todavía arde el infierno, toma agua, viene y va. Los tambores suenan incesantes, no dan tregua porque algo va a empezar; equivocados están los que creen que se trata de un final. Ahí adentro, en la caja de maldad, los que dictan y limitan se hacen esperar pero hoy su lucha es la nuestra y ningún infierno nos va a quemar. 

19 de abril de 2013
Mariano está presente.

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