sábado, 4 de mayo de 2013

Una noche en cualquier lugar

Me esperabas bajo la lluvia sobre Av. Corrientes como cada viernes y mientras tu teléfono no paraba de sonar en el bolsillo izquierdo de tu camisa de jean oscuro tarareabas una canción de musical y jugabas con tu pelo, chapoteabas en los charcos y le gritabas a los autos al pasar. No encuentro remedio para mi impuntualidad, Clarita, pero vos siempre igual, distraída, pensabas en el próximo lugar que podíamos visitar y en la pizza de El Cuartito, el cementerio de la Recoleta, terminar mareados en algún bar sin saber cómo volver a casa con las pocas monedas que nos quedan y ahí mejor fumar y caminar, si total no llueve más. Qué fácil es quererte, Clara, como a cada rincón de esta ciudad y sus callecitas sin luz que nos hacen apretar el paso y reír juntos y despeinarnos bajo los carteles de los teatros. 

viernes, 3 de mayo de 2013

Un día en cualquier lugar

Siempre me gustaron los paseos por la Capital; visitar un museo, sentarme en una plaza a veces con mate, a veces a fumar, recorrer el barrio de Once o San Telmo y sus callecitas llenas de tango, parar en algún bar a terminar los crucigramas o un libro sin empezar. En algún punto es reconfortante ese no sé qué de la ciudad. Las caminatas sin rumbo me ayudan a pensar y me animan a volcar las conclusiones en el papel. Quizás sea un poco la soledad o el sentimiento de y no la soledad en sí misma porque, aunque uno se sienta solo en algunos momentos, casi nunca lo está y sin embargo uno se siente como se siente aunque no quiera y no lo puede controlar. Es un buen ejercicio la soledad, también te ayuda a pensar. Desconfío de la plenitud personal de aquellos que nunca estuvieron o se sintieron solos y de los que siempre tuvieron a quien amar sin extrañar ¿O acaso es posible saber sobre lo más profundo de sí mismo en plena agitación y caos del día y el amor y lo demás? Será que después de tanto extrañar ya no es fácil imaginarse la vida sin esa angustia que te carcome las noches y los pensamientos y los paseos por la Capital. Es un buen ejercicio extrañar; un poco te hace reaccionar. Por eso será que no entiendo cuando alguien me cuenta de la tristeza que le provoca la ciudad o la melancolía y las ganas de volver si un sinfín de posibilidades en nuestras manos debería ser suficiente para subirse a un colectivo y pedirle un boleto hasta el final de la línea y sentarse junto a una ventanilla si se puede, mirar a la gente pasar, sonreír con cada canción, jugar con las historias de un pasajero y sonreír otra vez, pensar, acordarme de vos y creer que no todo está tan mal, que estuvo peor y bueno, sonreír sin mas, mejor. Qué lindos los paseos por la Capital.

Tango de vuelta

"... todo se hizo futuro, algo como las páginas que le faltaban en esa novela abandonada boca abajo en un sofá, algo ya escrito y que ni siquiera era necesario leer porque ya estaba cumplido antes de la lectura, ya había ocurrido antes de que ocurriera en la lectura [...] ... solamente estar ahí viéndolo, sabiendo que la novela tirada en el sofá estaba escrita hasta la palabra fin, que no podía alterar nada, la leyera o no, aunque la quemara o la hundiera en el fondo de la biblioteca..."
Queremos tanto a Glenda, Julio Cortázar.