sábado, 23 de abril de 2011

Ganas de

Hoy es un día para llamarte y pedirte que vengas a dormir conmigo. Que te quedes acá y me abraces, que hace frío. Claro que no puedo hacerlo, sería una estupidez. No es que no haya hecho estupideces en este último tiempo –de hecho, hice unas cuantas- pero esta no me la puedo permitir. No sé si será el frío, estas ganas interminables de quererte siempre o este eterno y no genial día de estudio lo que me hace pensar así; así como de extrañarte, aunque no suela hacerlo –aunque últimamente suelo hacerlo. Se parece tanto a ese otoño que estuvimos juntos, ese mayo, el último; mil noches en tu auto, el cine, los helados que no tomamos porque no te gusta, justo enamorarme de vos, las manos frías y los vidrios empañados –siempre empañados- de tanto abrazarte. Ahí decirme que me querías y yo pensar que de alguna manera eso tenía que funcionar. Después el final, llorar, el frío del invierno y el frío del invierno sin vos –mucho más frío que el otro- que se quedó hasta pasada la primavera. Esa intermitente manía de querernos de a ratos y de no poder dejarnos, que de tantas veces que lo intentamos finalmente se rompió. Hoy es un día para llamarte y pedirte que vengas a dormir conmigo pero ya no puedo hacer esas estupideces, algún día tengo que crecer. Y quizás crecer sea dejar de hacer estupideces con vos, ya no sentir un vacío enorme cada vez que no me mires, dejar de querer llamarte hoy que hace frío. “Además te quiero, y hace tiempo y frío”. Pero claro que no voy a llamarte, me tomo un té y sigo estudiando, o me voy a dormir.